octubre 03, 2008

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    Cuando el frío llega a la tierra de los patos, de repente, sin que nadie diga nada, sin que se dé una asamblea que lo decida, un pato, uno cualquiera, se levanta en vuelo. El pico dirigido hacia el sur y las alas batiendo con la fuerza de las ganas de estar mejor. Este primer pato se levanta en vuelo y sin que se voltee a decirlo, los demás se levantan en vuelo y lo siguen. Nunca preguntarán porque saben la razón del vuelo. Cuando el primer pato se cansa, se hace a un lado y aquél que sigue, lo sustituye en frente. Y así hasta llegar a la meta.
    Al final del viaje, todos habrán guiado al grupo y nadie podrá decir que hay un jefe, un dirigente.
    Todos habrán participado, todos habrán dirigido en común acuerdo.

    Decir comunidad hoy en día puede significar muchas cosas. Si por un lado nos cuentan que comunidad es la sociedad en la cual vivimos, que respetar leyes y preceptos es hacer el bien de la comunidad, si nos dicen que el servidor público trabaja para la comunidad, por otro lado podemos empezar a pensar (porque tenemos los instrumentos) en otro concepto de comunidad. Ésta ya no es algo que desde arriba nos dicen que es, sino que puede ser algo que desde abajo -desde aquí mismo en donde nos encontramos-, podemos imaginar y construir.

    La palabra comunidad y el concepto que en ella se esconde, tienen un origen tan sencillo como complejo para interpretarse. La palabra común da origen a ese concepto. Común es todo lo que nos une, todo lo que nos hace compartir tiempo y sueños. Común son los deseos. Común es la idea de que algo está mal, común son las ganas de romper con todo ello para transformarlo.
    ¿Dijimos romper? ¿Dijimos transformar?
    ¿Y cómo se hace?

    El pato que se levanta en vuelo no tiene la respuesta. Nadie la tiene. Es mucho instinto todo esto. Es ese instinto que los hace volar hacia el sur. Es ese instinto que los hace volar hacia el lugar cálido donde puedan estar bien.

    Dijimos ROMPER. La ruptura con este orden de cosas que nos dicen llamarse sociedad, se da todos los días. Se da empezando desde las ganas de soñar hasta la práctica cotidiana. La ruptura reside precisamente en el sueño de construir algo mejor, porque el mundo en el que vivimos quiere que dejemos de soñar, quiere que nos conformemos con lo poco que nos conceden, que nos quedemos quietos bajo los ritmos de la música que nos venden, que nos narcoticemos con las drogas que nos venden, que nos adecuemos a la vida que nos permiten. La ruptura reside entonces en el sueño de algo diferente. La ruptura hoy, es hacernos incompatibles con ese sistema, la ruptura es escaparnos de sus reglas demasiado estrechas para nuestros deseos. Incompatibles eso somos.

    Dijimos TRANSFORMAR. La transformación al contrario no se sueña, sino que se practica. La práctica de la transformación es la práctica de lo común que nos une.

    Desde aquí abajo la bandada de patos dibuja un hermoso diseño en el cielo. Si te fijas bien, te enteras de que dibuja una red. Una red en la cual cada pato representa un nudo de un hilo invisible que los une a todos.

    Somos una red, una red de individuos, de personas, de seres humanos. Somos una red de sueños antes que todo. Somos una red de prácticas, formas y actitudes. Finalmente, somos una red de conocimientos. Lo que nos hace red es la voluntad de estar en común, de compartir nuestros conocimientos para el bien común. Esa es la actitud que tenemos que tener. La voluntad de compartir, de cooperar entre nosotros y de encontrar la forma de compartir con otra gente.

    Si durante el vuelo un pato se cansa, si alguno de ellos se debilita, súbitamente otros dos lo flanquean, y lo ayudan a volar, a sostenerse, porque aquí no se trata de llegar primero, sino que todos lleguen a su destino. El destino que nos hace comunes. El destino es la meta que todos queremos: estar mejor.


    La cooperación entre nosotros, no es otra cosa que la cooperación social, la riqueza de la cual disponemos para realizar nuestros sueños. Aquí no se trata de quién tiene las ideas, o de quién tenga los medios para realizarlas, o de quién tenga el conocimiento para llevarlas a cabo. La cuestión es más bien que ese conocimiento, esa forma y esas ideas salgan de la cooperación. Todos tenemos ideas, todos somos capaces. Miramos a las instituciones educativas como el plus ultra del conocimiento, cuando al contrario, el valor alto del conocimiento se da de la experimentación, del encuentro y de las soluciones que entre todos podemos descubrir. Ese conocimiento producido por la cooperación social es la verdadera riqueza. ¿Queremos escucharlo con otras palabras? Pues, nadie sabe cómo levantar una barda, nadie sabe cómo se hace una revista, nadie sabe cómo se lleva a cabo un ciclo de películas callejeras, nadie sabe cómo se organiza una cena, nadie sabe cómo se suma el dinero para todas esas actividades, nadie sabe cómo se hace una encuesta, nadie sabe cómo se cambia al mundo. Pero tal vez entre todos, probando una y otra vez, encontremos la manera. Y ese conocimiento nadie te lo regala. Te lo sudas pero mañana ahí lo tendrás, listo para reproducirlo en cualquier parte. Y todo esto no hará más que hacer grande nuestro común y hará de nuestras ideas una riqueza inestimable.

    En la red que somos, la única forma de sobrevivencia es la solidaridad. La solidaridad que tiende la mano a quien ahora no puede, que comprende el esfuerzo de todos y lo respeta. La solidaridad sincera, que critica para ayudar, que ayuda para superar, que coopera para crecer, que crece para cambiar, que cambia para mejorar, que mejora para poder, finalmente, ser felices. Pero esta solidaridad debe ser sincera y digna. Sincera cuando dice las cosas, cuando expresa dudas y certezas, cuando opina y cuando escucha. Y digna todas las veces que afirma y defiende su afirmación. Sin miedo porque nadie es estúpido. Sin temores porque ninguna idea es vacía, al contrario, todo puede enriquecer, absolutamente todo. Es necesario creerlo, nada más.

    En la Biblia, maravilloso libro de historia y de filosofía, espectacular novela, increíble metáfora de la vida del ser humano, se cuenta cuando Moisés un día decide rebelarse a los egipcios. La tiranía del faraón pide demasiado al pueblo. Y es así que se decide desobedecer a las reglas del tirano. El pueblo judío decide sustraerse al dominio. Existe el momento de la guerra, del conflicto, pero también existe el momento de la desobediencia, de la detracción. El pueblo judío, cuenta la Biblia, decide irse a otra tierra, la tierra prometida. Empieza así el éxodo. Cada quien recoge sus cosas, carga las cosas que quiere llevarse, que son para construir un nuevo país en otra tierra.

    El éxodo a otra nueva tierra. El nuestro es un éxodo a otro mundo. Lo que estamos haciendo es irnos, sustraernos de este mundo hacia otro más cálido, en el cual podamos construir y realizar nuestros deseos.

    Empecemos a caminar, pues, empecemos a caminar hacia otro mundo. Carguemos con nuestros sueños, recojamos nuestras ideas que son las de todos nosotr@s. Es una gran responsabilidad la de empezar a caminar juntos. Implica tender la mano a quien este cansado. Implica apretar los dientes. Implica defendernos del ejército egipcio que nos persigue, porque significa confiar en el otro y hacer que el otro confíe en ti.

    4-12-05

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